El Abogado-Empresario

Los abogados son profesionales altamente especializados, con una profesión sumamente demandante, que exige actualización continua. Las universidades los forman para ejercer su profesión de manera impecable, y el sistema les exige
desempeñarse bajo un estricto código de ética. Podemos decir que los abogados viven para cumplir con las exigencias de su profesión, y ayudar a sus clientes a prevenir o resolver las situaciones a las que se enfrentan, dentro de este
exigente marco legal.

Cuando necesitamos de un abogado, lo más frecuente es que estemos frente a una situación compleja, que pudiera tener consecuencias muy serías si no es manejada de forma óptima. Como en muy pocas otras profesiones, el grado de
confianza que los clientes necesitan tener en su abogado es muy grande, y a la vez frágil. El carácter de las situaciones de los clientes los mantiene bajo gran estrés, con necesidades especiales sobre el servicio, tales como mucha
agilidad, precisión y la necesidad de recuperar su paz mental.

De manera que, para proteger esa relación, los abogados necesitan tener una maquinaria muy bien aceitada, productiva y precisa. Cuando el abogado ejerce bajo los parámetros de ética, profesionalismo, y responde a las necesidades de
sus clientes, su negocio crecerá exponencialmente.

Una oficina legal es un negocio, lo cual por supuesto, incluye todas las complejidades de cualquier negocio, además de las propias de la profesión legal.
Hay una marcada tendencia entre los abogados a establecer sus prácticas independientes. Si el mejor abogado del mundo falla en la gerencia de su negocio, sobre todo cuando está pasando por la fase más compleja de cualquier
negocio, el crecimiento acelerado, la confianza de sus clientes sufre, y con ello su negocio.

La gestión de negocios no está entre los focos de su formación académica, por lo que es común que enfrenten dificultades en la gerencia del éxito y crecimiento de sus prácticas independientes. Comienzan entonces a surgir un
sinnúmero de oportunidades de mejora en cuanto a productividad, eficiencia, rentabilidad, y dirección estratégica.

Entonces es cuando se hace enormemente valioso el establecimiento de sistemas de gerencia, iniciando por una administración estructurada, el aprovechamiento pleno de herramientas y sistemas disponibles, la visión y misión, los objetivos estratégicos de la empresa, la concepción y ejecución de la estrategia que los llevará a desarrollar esta visión, establecer una organización  alineada con tal estrategia, procesos documentados y optimizados, y la implantación de medición de la gestión con indicadores clave, para asegurarse que el negocio se mueve en la dirección
establecida.

¿Cómo puede saber el abogado cuándo necesita todo esto? Fácil: desde el inicio, o la realidad le sonará todas las alarmas claramente: cuando siente que su práctica está estancada o incluso cuando el crecimiento lo desborda, cuando
las quejas de sus clientes se multiplican, cuando se siente esclavizado por su negocio, o sencillamente, cuando siente que su práctica podría ser más rentable, pero no encuentra la forma de lograrlo.